Como el poeta chileno Pablo Neruda ya compuso una poesía alabando las cualidades del pan (Oda al pan, como símbolo de la entidad que nos une a todos), hoy vamos a dedicarle en este post una oda a una de sus variantes de la que todos disponemos y tan necesaria para cocinar: el pan rallado o molido.
El pan rallado se suele utilizar en la cocina para dar una capa crujiente a los alimentos. Se pueden realizar dos técnicas culinarias: la fritura y el gratinado.
Cuando se echa pan rallado sobre un alimento que posteriormente se va a freír se denomina a esa técnica «empanado», es decir, se da una capa de harina, otra de huevo batido y posteriormente la de pan rallado. Esta técnica se utiliza con piezas de carne como pechugas de pollo, bistecs de ternera y chuletas o lomo de cerdo, incluso con determinadas piezas de pescado (camuflándolo para aquellos que no les gusta tanto). También se emplea para dar la última capa a fritos como croquetas, albóndigas o San Jacobos.
Por otro lado, el pan rallado se utiliza también para gratinar elaboraciones en las que, una vez terminado el asado o gratinado del plato, se quiere dar una superficie crujiente, como la lubina o la dorada al horno o la pasta con bechamel y queso.
Finalmente, recordar que también puede servir para la elaboración de postres si algún día no tenemos harina. Por ejemplo, para preparar un budin y mezclando pan rallado, huevos, azúcar, leche, esencia de vainilla y ralladura de limón obtendremos un postre exquisito y rápido de hacer.
Como sabemos que rallar pan duro de días anteriores es una tarea ardua y tediosa, en Horno La Parra no queremos que pierda el tiempo y por eso le ofrecemos bolsas de pan molido de 250 gramos.